ARQUITECTURA CORPORATIVA. LA OTRA CARA DE LA ARQUITECTURA
Muchas veces asociamos el trabajo del arquitecto a la construcción de viviendas, grandes espacios públicos como teatros, estadios, museos, centros comerciales o grandes rascacielos. Pero existe otro tipo de arquitectura más allá de éstas, la arquitectura corporativa.
En muchas ocasiones los clientes de un arquitecto, por ejemplo una gran empresa de hostelería, no sólo quieren que les diseñen un restaurante o un edificio para sus oficinas, si no que requieren un proyecto de imagen de marca para todos sus centros; una imagen con la que sus clientes se sientan identificados nada más entrar en ellos y que proyecten una impresión concreta de cómo es su empresa. Este tipo de proyectos es lo que conocemos como arquitectura corporativa.
ESTUDIO DE ARQUITECTURA
Actualmente existe un gran repunte en este tipo de arquitecturas, y es algo en lo que nosotros como arquitectos debemos saber encontrar nuestro lugar. No sólo sabemos dibujar espacios y construir edificios, nosotros tenemos la capacidad de diseñar «experiencias», ese es nuestro gran fuerte y las empresas que busquen desarrollar su propia identidad han de saber que somos los más indicados para darles ese «plus» a su negocio.
Los arquitectos tenemos suficientes herramientas en el lenguaje arquitectónico (forma, espacio, volumen, escala, luz, armonía, contraste, textura, color…) para crear una imagen con la que el cliente se identifica, y con la que quiere que sus clientes la identifiquen. Diseñando así una «marca» reconocible y única. Una buena imagen corporativa, ayudará a fortalecer la impresión que los clientes tienen de la empresa, y esto mejorará sus ventas y relaciones.
Cabe destacar, que la arquitectura corporativa no sólo se limita a definir la relación de una empresa con sus clientes, si no a potenciar y mejorar el funcionamiento propio de la empresa. Gracias a una buena arquitectura se puede influenciar en los trabajadores, para que estos sean más colaborativos, mejorar el trabajo en equipo mediante la creación de espacios de trabajo abiertos y con zonas comunes, y facilitar gracias a éstos espacios la relación entre las distintas áreas que conforman una empresa.
Un buen diseño arquitectónico también puede suponer un ahorro energético considerable, lo que supone un valor añadido, no sólo a nivel económico, también a nivel social, dando una imagen de respeto y cuidado por el medio ambiente que mejorará la apreciación de la empresa.